El minuto en que un cliente cruza por la puerta e ingresa a la Casa de la Guayabera (Escobedo y Clemente Ballén) se convierte en la persona más importante dentro del local, tanto como para que sus propietarios pongan en una pausa una entrevista con un medio de comunicación y la retomen solo cuando este cliente haya sido asesorado y se haya ido satisfecho con su compra.

Han sido ya varias generaciones de guayaquileños las que han acudido a ese espacio preguntando por ‘el señor Orellana’, refiriéndose a Rómulo Orellana, hoy de 74 años de edad, quien hace medio siglo inició el negocio confeccionando camisas. Pero en estos días, seguramente lo recibirá uno de sus hijos, Juan Carlos, Marcia o Freddy (desde la izquierda, foto de página 18), quienes están presentes a diario en el sitio (o en el Garzocentro) para brindar esa misma atención personalizada que por años vieron a su padre ofrecerles a sus compradores.

El lema de don Rómulo y su esposa, Irene Flores, desde que arrancaron con su primer local al sur de la ciudad (en las calles Lorenzo de Garaycoa y Febres Cordero) siempre fue que el cliente debe irse siempre contento, y sus hijos lo siguen honrando hasta hoy.

Los tres hermanos crecieron ‘entre hilos y telas’, aprendiendo algunos detalles del oficio desde muy pequeños y, tras completar su formación universitaria (Marcia estudió Administración de Empresas y Freddy y Juan Carlos, Publicidad y Marketing), decidieron unir su talento y experiencia para apoyar el negocio de sus padres (aunque también se dieron la oportunidad de hacer carrera en otras empresas).

El 6 de julio de este año, aún con pandemia y pese a tener a su padre todavía recuperándose de las secuelas del COVID-19, su empresa familiar cumplió 50 años de funcionamiento. Tuvieron una celebración discreta con sus padres a través de videollamada, a la que también se sumaron sus nietos. “Queríamos decirles ¡gracias! Aquí estamos todos los que continuamos con el legado, gracias por haberlo comenzado”, comenta Marcia, quien también asegura que con sus hermanos se han repartido el trabajo según sus aptitudes. “Juan Carlos es el creativo, siempre está diseñando y dibujando; Freddy es el cerebro, es como la cabeza, y yo soy la parte administrativa, los números”.

¿Cuál es el secreto para mantener el negocio a flote y sin mayores disputas? Recordar que antes que nada siempre serán familia. “Esa es la mayor enseñanza y legado que nos dejaron nuestros padres”.

Tradición más innovación

La pandemia del COVID-19 que los obligó a cerrar el año pasado durante 60 días y hasta a atreverse a diseñar mascarillas como una manera de reactivarse económicamente tras la cuarentena, no ha sido la primera crisis que enfrenta su marca.

 

En su momento, su papá tuvo que, por ejemplo, buscar la manera de lograr que su mano de obra siguiera siendo valiosa frente a la mercadería que llegaba del extranjero a través de las importaciones y que se vendía por un precio inferior. Entonces, en lugar de convertirse también en otro importador de mercadería, decidió apostar por la confección de una prenda que fuera difícil de replicar y única: la guayabera.

Según recuerda Juan Carlos, con el tiempo llegaron a contarse entre sus clientes desde personas naturales, ejecutivos, artistas, hasta funcionarios públicos como exministros, asambleístas, diputados, alcaldes, vicepresidentes y cancilleres. “Clientes que exigen una prenda con presencia”.

 

Fuente: https://www.eluniverso.com/larevista/cuerpo-alma/los-orellana-cumplen-cinco-decadas-confeccionando-guayaberas-en-guayaquil-nota/

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